¿Se puede generar desarrollo local sin una actitud emprendedora?
Emprender se refiere, en su sentido amplio, a la toma de decisiones con algún riesgo. Desde la óptica de las cualidades personales, el espíritu emprendedor supone desarrollar la iniciativa personal, la confianza en uno mismo, la creatividad, el dinamismo, el sentido crítico, etc.
El espíritu emprendedor se relaciona con la capacidad para planificar, dirigir equipos de trabajo, negociar, tomar decisiones y con aceptar responsabilidades o con el poder de comunicación.
Emprender, en un sentido más restringido, se refiere sencillamente a la creación de empresas y, en este contexto, el espíritu emprendedor o espíritu empresarial se define fundamentalmente como una actitud: “el espíritu empresarial es la actitud y el proceso de crear una actividad económica combinando la asunción de riesgos, la creatividad y la innovación con una gestión sólida, en una organización nueva o en una ya existente”.
No cabe la menor duda de que el espíritu emprendedor es uno de los motores principales de la innovación, la competitividad y el crecimiento económico y social de un país. Tanto es así que se ha observado una correlación entre el espíritu emprendedor y los resultados económicos en términos de crecimiento, supervivencia de empresas, innovación, creación de empleo, cambio tecnológico, incremento de la productividad y exportaciones. Además, el espíritu emprendedor es un vehículo de desarrollo personal e incluso de cohesión social.